La derrota de Venezuela ante Uruguay por 2-0 en el Estadio Centenario de Montevideo, ha desnudado crudamente la realidad de la selección Vinotinto. Mientras el técnico Fernando «Bocha» Batista sigue encerrado en su laboratorio táctico, la cara mostrada por el combinado nacional es la misma que ha venido arrastrando desde hace tiempo.
Venezuela, que ocupa la séptima posición en la tabla de las Eliminatorias Conmebol con 18 puntos, ahora se debate por lograr clasificar al Mundial 2026 a través del repechaje. Una situación que refleja el lamentable momento del fútbol venezolano, pues mientras seis equipos seguramente conseguirán su cupo directo al certamen mundialista, Venezuela y Bolivia se disputan por ser el mejor de los más débiles del continente.
¡Una cosa es jugar mal, y otra, es no jugar a nada! Esa ha sido la Venezuela de Batista, una selección sin pie ni cabeza, que vive de lo logrado en condición de local, donde ha alcanzado solo 4 triunfos de 8 compromisos disputados en casa, curiosamente uno menos que Bolivia en en condición de local.
Venezuela vive la «letanía del fútbol sin sabor», con una proyección balompédica insípida que paulatinamente pone a soñar a los venezolanos, muchos de ellos con la débil cultura futbolística que embriaga al resto de las naciones de Sudamérica.

90 días de angustia
Septiembre será un mes definitorio para Venezuela o Bolivia, quienes se debaten por ocupar el puesto de repesca. Sin embargo, lo que más preocupa es el pobre rendimiento de la Vinotinto, más allá de las justificaciones del cuerpo técnico y de la cantidad de personas que intentan avalar los errores del seleccionador y sus jugadores.
Ya basta de frases inspiradoras, hay que recordar que así como Venezuela tiene Fe, los bolivianos, y el resto de las selecciones también. Ya basta de tantos adornos para dar a entender que vamos bien, cuando realmente lo que nos ha ayudado, ha sido este formato de clasificación. De no haberse incrementado los cupos en Suramérica, hoy Venezuela estaría diciéndole adiós a cualquier posibilidad de clasificar, sin embargo, la benevolencia dentro del marco de las circunstancias, ha permitido que el Bocha Batista, extienda sus esperanzas ancladas en los números, y no en un fútbol que permita hacernos creer que vamos bien.
Venezuela sueña con ir al Mundial, pero la realidad es que su selección no juega a nada, no tiene forma ni identidad definida. Un panorama preocupante que pone en duda las aspiraciones mundialistas de la Vinotinto, a menos que encuentre un rumbo claro en estas últimas jornadas.
Por Luis Alonzo Paz | CNP 10.760
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