Gerardo Pérez González.-
La presencia de Juan Páez Ávila en nuestra vida, se convirtió en un elemento cotidiano, de primera mano y de manera trascendental. Transcurría 1980 y la efervescencia juvenil de un grupo de estudiantes caroreños con profundo interés por el hecho cultural que nos unía; nos obliga a redactar un órgano de expresión que denominamos Yaguaraha, vocablo indígena de la fruta de los cardones. Estos jóvenes que nos hicimos llamar Sociedad Amigos de la Cultura, en búsqueda de experiencias, alianzas y espacios, invitamos al director de la Escuela de Comunicación Social de la UCV para apadrinar aquel órgano del cual, sentíamos el mayor de los retos. Juan se hizo presente y desde ese día se convirtió como el inspirador, el guía, uno de los maestros de aquella muchachada, de alli nace una amistad profunda que pude corroborar cuando supe los lazos de afecto con mis padres Ada y Gerardo, ambos mecenas de cuánta manifestación cultural naciera en Carora.
Desde aquel momento transcurrieron muchos años llenos de profundo interés por la ciudad de Carora, por todo lo que significa el desarrollo del municipio Torres, todo visto desde el ojo mágico de la actividad cultural. Nuestra inspiración no era más, ni menos que Don Cecilio Zubillaga Perera, cuya vida y obra posteriormente Juan Páez Ávila le dedicara horas de estudio, cuando descubrió, se maravilló que alguien en la provincia tuviese el vuelo intelectual y la calidad de luchador social como Don Chío. Al llegar a Carora Páez Ávila en sus constantes visitas inmediatamente nos llamaba para compartir con el grupo cada descubrimiento del legado de Zubillaga Perera, eso nos motivaba y nos hacía sentirnos orgullosos que un hombre de la altura intelectual de Páez Ávila compartiera con jóvenes apenas incipientes estudiosos del acontecer histórico de nuestro pueblo.
El tiempo nos obliga a compenetrarnos con la familia de este periodista especialmente con Alba su esposa y con su hermana Paula, esta última, que con la preparación académica y la formación literaria venia tomando fuerza con su importante contribución a la narrativa venezolana. Sus producciones fueron premiadas en varias oportunidades, galardones que compartimos como un logro propio y así lo celebramos siempre.
Juan Páez Ávila es invitado a participar en unas elecciones parlamentarias en representación del Estado Lara, por su compenetración con su terruño, a través; de su obra literaria y de su amistad con los sectores de la cultura y del desarrollo y el progreso de la zona. Llevado por las fuerzas de avanzada alcanza una curul en el Senado del Congreso Nacional de Venezuela, cuando regresa Carora inmediatamente fuimos sus aliados en la proyección cultural de la comisión de cultura de la cual formaba parte. Alli sentimos que estábamos representados y presentes en el parlamento nacional, vimos como propio aquel triunfo logrado a través de su proyección y seriedad en sus planteamientos que con frecuencia lograba cristalizar.
El tiempo juega con él y su experiencia con la vida cotidiana lo hace que con las letras logre nuevas experiencias en las letras que van unidas a su formación periodística, luego su trabajo en conocer el pasado de aquellos acontecimientos históricos, de hombres y mujeres de su tierra, para que queden marcados y estampados como personajes en su amplia y fructífera producción de novelas. Fue muy particular, en un país, en donde pocos estan escribiendo, porque hasta el último día de su vida trabajo sin descanso en el descubrimiento de nuevos personajes. Era su costumbre, cualquier día y a cualquier hora llamar al teléfono y en sus conversaciones cotidianas hablar de los personajes que enriquecían su producción, de cualquier detalle o elemento interesante, exigía aportar a los fines de fortalecer la narrativa que había consolidado; así llenaba los espacios literarios de su nación Carohana, la cual; cohabitó con él siempre.
Su inicial obra La Otra Banda, de la que, siempre decía fue escrita con los recuerdos que perennemente le acompañaban, porque hasta yo las había vivido con las narraciones de los espantos y aparecidos en la memoria de mi abuela materna, que como él también eran nativos de la comarca de San Francisco.
Maestro y guía; ante su ausencia física cantidad de recuerdos fluyen en nuestra memoria como juegos entre letras, palabras y oraciones, entre la poesía telúrica y la historia del realismo maravillosa que se vive en el municipio Torres, que con el arraigo de Don Cecilio Zubillaga Perera, apegado a su tierra, quien nos llenó y sigue llenando a todos como la referencia más trascendental de nuestro pueblo. Quedará sembrado en la tierra ancha del país, porque a Juan, estoy seguro le gustaría descansar en cualquiera de las playas que aun baña el rio Morere, o en las quebradas y sanjones de La Otra Banda. Es así que, siempre estará presente como el primer día en el corazón de los jóvenes de este pueblo.
Mayo 2025.
Gerardo Pérez González.-
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