La constitución de este equipo de béisbol caroreño se produjo el 4 de mayo de 1945, apenas días antes de la rendición de Alemania y los últimos enfrentamientos de la Segunda Guerra Mundial. Además, fue una época marcada a nivel nacional por el auge significativo de los triunfos de los equipos de béisbol venezolano en los campeonatos mundiales, lo que incrementó la popularidad en cada rincón del país, y Carora no fue la excepción.
Por: Gerardo Pérez González.-
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Pastor Franco |
El Torrellas B.B.C. surgió como una respuesta práctica de los líderes, organizadores y directivos de otros equipos que buscaban cambiar su nombre, emblema y atraer seguidores de un sector popular en crecimiento urbanístico y con una tradición beisbolística en las playas y espacios abiertos cercanos al río Morere y otras zonas.
El sector Torrellas se había establecido con los habitantes de El Calvario después de 1916-1917. Eran personas de estracto popular: obreros, albañiles, trabajadores del medio rural, liberales y algunos individuos de otros sectores, pero con ascendencia y amistades en el barrio Torrellas, como Joseito Riera y Adolfo Álvarez Perera, primer presidente y primer manager de la divisa.
Es un verdadero fenómeno social, un nacimiento organizado y planificado para la competencia sana y deportiva, que se constituyó en un proceso a lo largo del tiempo, trayendo consigo una influencia significativa en el medio caroreño, junto al resto de los equipos de béisbol tradicional. Esto se debió a las consecuencias que lograron en la sociedad, la cultura, los medios productivos y las estructuras sociales caroreñas, tan apegadas a ciertos principios conservadores, todo ello a lo largo de estos 80 años.
En la existencia organizada del principal pasatiempo del caroreño durante décadas, antes de que la tecnología llegara de forma expansiva y lo desplazara, el béisbol produjo cambios significativos en el comportamiento humano del venezolano. Este hecho se siente profundamente y está presente en el fanático o seguidor del Torrellas B.B.C., sea o no habitante del barrio Torrellas y zonas colindantes como El Yabal, Carorita, Campanero y la Zona Centro. El modo de expresión, el comportamiento, la identificación y el arraigo son casi únicos; son efervescencia e identidad pura en sus gestos, palabras y acciones, lo que ha llevado a que el equipo tenga presencia en toda la ciudad y el color verde lo adoptara para sí, desplazando incluso a un partido político de vieja tradición que usaba ese color como exclusivo.
Quien escribe se ha sentido identificado con este fenómeno social y, por ende, cultural. Dos mujeres significaron mucho en la historia del Torrellas, entre muchísimas más. Menciono a quienes, por conocimiento directo, viví personalmente desde niño: mi madre, Ada González de Pérez Barrios, y mi tía abuela, Rosario "Chayo" Barrios, cada una en su posición de dirigente y fanática, respectivamente. Se siente esa influencia principal que, al morir mi madre, inmediatamente se acercó a su féretro el Dr. Omar Jesús Ferrer y colocó la gorra verde como gesto de identidad absoluta y respeto a una organización a la cual ella sentía un amor excepcional.
Yo soy producto social del apego que genera un equipo beisbolístico de batalla, de triunfos, de perseverancia, de sueños y, sobre todo, de identidad. Mi abuela materna, que disfrutaba mucho de los deportes pero no se sentía identificada con lo que significaba Torrellas, luchaba, con un juicio valorativo, por no permitir que una de sus hijas fuera fanática de un equipo que no era de su agrado. Mi madre, obediente, sufrió ese hecho y tenía que librar una odisea para asistir a un juego del equipo de sus sueños o callar cualquier expresión de alegría triunfal por la única prohibición que vivía. El tiempo la hizo incluso presidente campeón con la divisa, y fue tan noble que hasta mi padre, cardenalero por convención y solidaridad inmediata con Don Antonio Herrera G., saltó la talanquera y se convirtió en un torrellerro pasivo pero estrechamente colaborador.
Mi historia es la misma de cientos de fanáticos y seguidores que han vivido y deberán seguir viviendo lo del equipo verde. Las anécdotas y vivencias han sido muchísimas. ¿Cómo no recordar los matrimonios entre los presidentes del equipo y las madrinas, o de los jugadores emblemáticos con las mujeres de las barras del equipo? Hecho que solo se vive con el Torrellas B.B.C., sin duda un fenómeno de estudio sociológico y cultural que se nutre en ochenta años de mucho amor y también de muchos odios externos. Se mantendrá en el tiempo porque el béisbol tradicional no morirá fácilmente, ya que está sembrado profundamente en el alma del caroreño.
Por: Gerardo Pérez González.-
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