Gerardo Pérez González .-
Los lugares o sitios de las ciudades y poblaciones donde transcurre la vida cotidiana se convierten en los espacios públicos del libre transitar de los hombre y mujeres que construyen el acontecer de las vivencias y recuerdos de sus pueblos.
Para 1924 se construye, por la iniciativa de sus habitantes, un espacio de recreación y reunión como constituyen los parques públicos sembrados de árboles, caminer irías, bancos, y por lo general, al centro un pedestal que soportará al epónimo del lugar. Pero este parque nació modestamente, y se cuenta que fue cercado humildemente con palos y de mal gusto, lo que obligó que se retirara el cerco casi inmediatamente, porque al decir de los caroreños siempre iniciaban y construían obras de buen gusto y calidad.
En este caso el parque sería uno incrustado a un lado de la principal vía de la ciudad, como lo es la Calle Bolívar, tenida siempre como la arteria comercial por naturaleza, siendo la entrada principal al centro de la ciudad, y seguramente por donde entró triunfante Simón Bolívar y sus tropas en 1821.
La centenaria es la Plaza Corpahuaico, llamada así en el recuerdo al sitio donde se alzó valerosamente en 1824 el caroreño Juan Jacinto Lara en defensa del estratégico lugar y que gracias a esa hazaña logró el triunfo el ejército patriota en Ayacucho, que marca la independencia de Colombia y de Suramérica.
Además, en 1924, se llevó a cabo una interesante polémica intelectual sobre el verdadero héroe de la referida batalla, si era el caroreño Juan Jacinto Lara o José de la Trinidad Morán, nativo de El Tocuyo. Los historiadores de ambas cultas ciudades quisieron demostrar el valor militar de esos dos hombres nativos de la misma provincia de Barquisimeto. Según se refiere, salió airosa y suficientemente documentada la posición de los caroreños.
Es lógico suponer que la intención fue colocar a Jacinto Lara al centro, en un busto pequeño que divisa el transcurrir de su pueblo natal. Dicha plaza se sitúa en la parte alta de la ciudad que posteriormente se llamará Barrio Trasandino. Ese pequeño pulmón vegetal estaba colindando con La Cisterna de Guzmán Blanco, un depósito de agua trabajado por los gobiernos centrales durante el mandato del Ilustre Americano. Se logró construir y pasaría a ser el primer acueducto de la ciudad de Carora.
Como lugar estratégico de esparcimiento vio desarrollar un sector importante de vida y cultura. Ha sido albergue de viejas familias y la formación de niños y jóvenes identificados como Hijos de la Plaza Corpahuaico, que lograron correr y jugar, estudiar, enamorarse, hacer planes para el futuro y hasta repensar la ciudad.
¿Qué significa para la actual Carora aquel espacio bucólico de sus vecinos?, creo que poco, porque ha sido abandonada en los últimos treinta años de forma absoluta y hoy sus espacios no mantienen el verdor de sus árboles y la alegría de niños, jóvenes y adultos, sino de vendedores ambulantes.
Se acabaron los reencuentros anuales de los Hijos de la Plaza Corpahuaico que fueron sus principales dolientes. Pero la mayoría queremos ver brillar la iniciativa de hace 100 años, y como los caroreños vivimos apegados a la nostalgia y humor, recordamos al concejal que en los años 80 del siglo pasado pidió a la Cámara Municipal quitar el busto del señor que estaba al centro y colocar al verdadero epónimo que era el Indio Corpahuaico, sin saber aquel buen hombre que no existía ningún indígena de ese nombre y que el que presidía la plaza era nada menos que el General Jacinto Lara. Seguro estoy de que el Municipio en esta efemérides centenaria presentará una nueva cara de la vieja plaza.
Carora, mayo 2024.
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