NENÉ RIERA
Gerardo Pérez González.-
Dicto estas letras cuando la pesadilla de la muerte aún ronda los espacios velatorios. Quienes sentimos las vivencias y los múltiples recuerdos convertidos en película o serie con múltiples capítulos llenos de tantas energías que son definitivamente transmitidas en la herencia a sus descendientes.
Uno duda hasta si era Domingo su nombre de pila, ese que escogiera Domingo Octavio y Elsa para su niño, del que conocimos no se cuando pero que nunca importó, en la calidez de tantos años convertidos en una amistad que luego fue hermandad. Pero fue Mérida la que selló un pacto tan estricto que se convirtió en un cenáculo que como tal era cerrado y sellado por unos pocos juveniles, y del que nunca más nos pudimos desvincular. Tanto era la hermandad que jamás hubo diferencias aunque pensáramos distinto cada de uno de los amigos.
El Nené era algo así cómo la especie del muchacho menor, aunque no lo fuera, porque Luis su hermano, siempre imponía sus palabras y los mandatos que venían del seno familiar. Nunca hubo una voz de discordia o de protesta, porque aquellas reuniones de la Plaza de El Llano eran el encuentro diario de mucha sabiduría y el apego a la tierra madre.
Este ser tan lleno de bondad por siempre, nos causaba hasta la risa que aún nos acompaña en su presencia, porque fue todo un bohemio, así vivió su vida de inconformista y crítico de muchos comportamientos sociales, pero sobre todo rodeado de sus gustos y afines por la música, la literatura, el arte y de las cosas más sencillas de la vida. Fue un irreverente ante tantos convencionalismos sociales, a ciertas formas de comportamiento e inclusive al modo del desarrollo del país y al trato que se debía dar a su gente.
Su irreverencia nunca fue causal de enfrentamiento o discordia interna ni mucho menos externo con el medio, al contrario, fue su arma sensible para penetrar en los espacios cotidianos y sociales, fue ello lo que selló su personalidad mucho más madura con el tiempo. No dudo que a su compañera Mariela, la conquistó en una reunión de música y recuerdos, por la peculiar manera de ser tan él. Mariela vino a constituir, a terminar de moldear los pasos del eterno joven, a un joven adulto y padre.
La muerte y las partidas físicas van tomando terreno en los espacios de los rebeldes de la vida, van desmantelando cenáculos, grupos y familias, irremediablemente las reglas de la vida así lo determinan, así vemos partir los amigos de siempre. El sentimiento a lo que suceda y acontece y lo que pase encienden el más profundo encuentro con nuestra espiritualidad. No importa la frecuencia de los encuentros, pero son necesarios en nuestra madurez, producen alientos en la vida y se hace oportuno no perderlos, y sembrarlos en las generaciones que nos suplanten. Quiero determinar que la vida en tan corto espacio de vivencias nos impone apartar cualquier circunstancia que divida, aleje o desvincule, y se imponga la solidaridad, la hermandad, la familiaridad y la amistad.
Ahora más que nunca recuerdo aquel bello artículo de Luis Beltrán Guerrero que nos decía "y nos vamos quedando solos" los amigos en el tiempo. Ahora más que nunca la guitarra del Nené deberá seguir acompañando sus pasos al infinito.
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