En días pasados, Gladys Rodríguez ancla de radio y televisión, reconocida host en redes sociales, sorprendió a todos cuando dejó clara su opinión, sobre "Leito Oficial", un migrante venezolano que hace vida en Estados Unidos y se jacta de gritar a los cuatro vientos y en el mundo virtual que en ese país, lo peor es trabajar.
Aconseja este imberbe ponerse a pedir en cualquier zona de tráfico, según su experiencia, recibe billetes de alta denominación, cuenta que ha llegado a hacer en un día hasta 300 dólares.
Dicho coterraneo, le suministró un insulto a la periodista Rodríguez al enterarse de la editorial de la misma. Lo escatológico del insulto, no es repetible y mucho menos publicable para ser consono con el título del artículo.
La palabra que primero se me vino a la mente es lástima, eso es lo que dan estos elementos no inspiran absolutamente nada. Lo triste es que tienen seguidores, muchos que ven en estas faltas de respeto algo chistoso.
El tema de influencers tiene a mucha gente enferma, basta con ver lo que comentábamos en estos días sobre los nuevos gurus alimenticios. Demasiado extremistas sin embargo, tienen un público.
Es de pensar que está pasando con la sociedad. ¿Por qué "Leito Oficial" es seguidol, nos gusta esa clase de contenido? Si le gusta a la nueva generación, hemos fallado en algo.
¿Cómo saberlo, qué hacer para evitar que siga sucediendo?
Hasta en mi propia casa lucho con mi hija pequeña de apenas cuatro años por colocarle un horario al uso del celular. Esto lo considero de mucha importancia, cierto que es tremenda herramienta tecnológica, pero debe ser usada con mesura como todo en la vida.
Hay gente que basa su conversación solo en lo que ve y escucha, en el bendito dispositivo. Al parecer, se nos están acabando las vivencias.
Importante detalle, muchos niños hablan con acentos muy distintos a los países de origen.
Copian la manera de hablar de los realizadores de los vídeos, el mejor ejemplo, muchos niños llaman césped a lo que conocemos como grama, eso por decir lo menos.
Pienso que todos debemos tratar de descansar de los teléfonos. Esa sería una gran defensa para evitar que esta clase de desadaptados cada día agarren más público.
Importante también será, crear una matriz de opinión, para lograr pon r algunos límites.
Esto último,ñ no está nada fácil, pero debe llegar para evitar que las RRSS se conviertan en ríos de excremento y no exagero, cuando digo excremento. Estamos llegando a un nivel de bajeza, que merece tal comparación.
El respeto no se impone, se gana.
Debemos ganar o intentar dar la batalla para rescatar el valor de la buena comunicación.
Campañas como aquella del buen ciudadano hacen mucha falta. Siempre la buena comunicación ha logrado su cometido. Recuerdo en los años 80 la gente actuaba de manera distinta al montarse en el Metro de Caracas. Era automático el cambio de actitud del usuario, quien venía de la vorágine de la ciudad. En definitiva, lo bueno también se puede poner de moda.
Siento que es más fácil la chabacanería, así lo quieren hacer ver. Pero, al final, no es así. También hay muchos que quieren mejorar y se sienten orgullosos de ser educados.
Importante resaltar el apoyo a la periodista y el bloqueo a la cuenta del desadaptado en cuestión.
Ese apoyo habla de esa gran mayoría de venezolanos que práctica la buena vida, que defiende la honradez del trabajo, que ve en el esfuerzo las ganas de salir adelante. Esa Venezuela, que existe y se resiste a morir.
Si ellos, millones de paisanos, que sueñan con el país en el cual nos creamos, somos mayoría, eso también hay que decirlo.
Gladys Rodríguez dió una lección de moral a este pobre muchacho, quizás la culpa no sea de él. Pero la sociedad, somos todos y debemos evitar seres como este.
El hombre nuevo,ñ no lo hace ninguna corriente política, el hombre como entre social debe educarse, de no hacerlo, terminará siempre dando lastima.
No esperemos que esto pase. Hagamos algo comenzando en casa.
El rescate de los valores es responsabilidad de cada uno de nosotros.
Hagamos algo por dejarle a nuestros hijos al menos la educación que tuvimos en nuestros hogares. Hace mucha falta más de lo que creemos.
¡Si se puede hacer!
Por: Pedro José Álvarez Chirinos.-
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