Carora de cumpleaños. 454 años está celebrando hoy nuestra ciudad, capital del municipio Torres, fecha en la que se dice fue fundada en 1569 por el capitán Juan del Thejo con el nombre de Nuestra Señora de la Madre de Dios de Carora, según investigaciones del Dr. Ambrosio Oropeza.
Históricamente ha sido lenta, muy lenta la evolución de Carora; y lo sigue siendo en todos los aspectos. Por ejemplo, el beisbol llegó a Carora en 1919, es decir, once años después que los barquisimetanos presenciaron el primer careo el 15 de marzo de 1908 entre los equipos Rojos y Verdes, ganando los primeros con marcador de 13 a 12 de acuerdo a información redactada por Hermann Garmendia, Cronista de Barquisimeto.
Y se conoció el béisbol en Carora gracias al Dr. Ramón Pompilio Oropeza, que en compañía del Dr. Rafael Tobías Marquíz impartió las reglas y el sistema de este juego a alumnos del Colegio La Esperanza fundado por él, el 1° de mayo de 1890. No hay una teoría que refute este testimonio, ni siquiera la del Dr. Ismael Silva Montañés (1901-1983) cuando en septiembre de 1979 envía una carta al periodista Víctor Julio Ávila aseverando que el introductor del beisbol en Carora fue un primo hermano de su madre –Don Blas Miguel Bello– entre los meses de enero y febrero de 1921. El Dr. Oropeza poseía, no sólo el conocimiento del juego obtenido en Caracas donde además de estudiar, formó parte de las filas del equipo Los Samanes, pues, además tenía el material humano para formar dos equipos a los que enfrentaría entre sí denominándolos Azules y Rojos. Estos juegos eran los sábados en la mañana en un espacio en el que luego funcionó un manicomio y posteriormente se edificó la Iglesia Coromoto que hoy conocemos. A partir de ese momento el beisbol se enraizó en la ciudad, tanto que su larga historia comprendida entre nombres y hombres es todo un dossier al que no echaremos mano en esta crónica, porque nos centraremos en un personaje que hoy cumple 20 años de fallecido: Cesareo Castillo.
Castillo fue un pelotero que nunca encandiló con el bate, pero con el guante se encargó de erigir una fama de onda expansiva hasta el sol de hoy recordada con pasión. Defendía la segunda base, y dicen que la dupla que integró alrededor del cojín con Mikey Camacho en el campo corto, facturó los mejores rubros de jugadas nunca vistas en un beisbol carente de elegancia y distinción. Eran los años 50´s y el Torrellas, equipo al que siempre perteneció, apenas tenía un lustro de existencia.
Hugo Sierralta cuenta que la personalidad exhibida por Cesarito –tímido, prudencia al hablar–, nada tuvo que ver con su explosivo accionar en el campo, afirmando que era alegre y no restringía esfuerzos para brindar colorido y entrega al juego. Deducimos que fue de esos peloteros que no conocieron la fatiga que hoy llaman extrema, por lo que su principal eje, el Torrellas, supo y vivió sus hazañas.
Don Gerardo Meléndez dice que el éxtasis que Castillo había hecho explotar en el campo local tuvo escenarios importantes. Recuerda que en 1951 tanto a Buenos Aires como a Torrellas le fue extendida invitación para irse a jugar pelota a Valera con el equipo más significativo de esas tierras, Tintorería Colsen BBC, a la que los torrelleros (dirigidos por Midonye), asistieron con Orlando Mogollón, Otto Mosquera Suárez, Jesús Montes, Antonio Álvarez (Cabo Lipe), Guillermo Penzo, Cesareo Castillo entre otros. El primer juego lo ganaba Torrellas 3-1 desde el tercer inning, y así llegaron al noveno. Abren los gochos con petardo de Juancito Valecillo y más atrás doble de Pedro Gamboa. El pitcher por los caroreños era Chus Montes. Con corredores en la intermedia y la antesala batea el fornido Rogelio Rosales, “de cuyo bate salió un misil que si agarra a Chus Monte lo mata”, dice Don Gera, pero Cesarito se lanzó para engarzarla en el aire, con la buena suerte que cayó encima de la base para poner out a Gamboa y luego tirar a tercera para sacar a Valecillo que nunca creyó lo que pasó, relata emocionado el testigo. Y de cuentos similares podemos hacer un tratado. Cesarito podía agarrar pelotas de cualquier manera y desde cualquier confín del terreno. Su antología podría muy bien regir buena parte del beisbol caroreño y sin límites. Y en medio de ese gran frenesí por el beisbol se desenvolvió nuestro personaje, que con el guante brindó su espectáculo aparte. Es lamentable que no exista su ficha defensiva, lo cual sería digna de mirarla con esmero.
Su nombre seguramente no le dirá nada a los contemporáneos, pero como ven, sus proezas aún revolotean en la memoria de quienes apreciaron su aptitud beisbolística, por lo que hoy apenas es un esbozo de una historia contada casi que entre cuatro paredes.
Cesareo Castillo. Ese es el nombre que debe llevar el premio al mejor defensa del cuadro en cada edición del Beisbol Tradicional Caroreño, así como el de Salvador Chávez para el mejor pitcher, Águedo Silva para el campeón jonronero y así sucesivamente ir poniendo en el podio que se merecen, nombres que han escrito con letras doradas la historia de nuestra pelota, rica y ancestral. Hoy es un buen día para poner a prueba nuestro espíritu de sensibilidad. NOS VEMOS POR AHÍ.
Franklin Piña.-
@sobre.300
Y se conoció el béisbol en Carora gracias al Dr. Ramón Pompilio Oropeza, que en compañía del Dr. Rafael Tobías Marquíz impartió las reglas y el sistema de este juego a alumnos del Colegio La Esperanza fundado por él, el 1° de mayo de 1890. No hay una teoría que refute este testimonio, ni siquiera la del Dr. Ismael Silva Montañés (1901-1983) cuando en septiembre de 1979 envía una carta al periodista Víctor Julio Ávila aseverando que el introductor del beisbol en Carora fue un primo hermano de su madre –Don Blas Miguel Bello– entre los meses de enero y febrero de 1921. El Dr. Oropeza poseía, no sólo el conocimiento del juego obtenido en Caracas donde además de estudiar, formó parte de las filas del equipo Los Samanes, pues, además tenía el material humano para formar dos equipos a los que enfrentaría entre sí denominándolos Azules y Rojos. Estos juegos eran los sábados en la mañana en un espacio en el que luego funcionó un manicomio y posteriormente se edificó la Iglesia Coromoto que hoy conocemos. A partir de ese momento el beisbol se enraizó en la ciudad, tanto que su larga historia comprendida entre nombres y hombres es todo un dossier al que no echaremos mano en esta crónica, porque nos centraremos en un personaje que hoy cumple 20 años de fallecido: Cesareo Castillo.
Castillo fue un pelotero que nunca encandiló con el bate, pero con el guante se encargó de erigir una fama de onda expansiva hasta el sol de hoy recordada con pasión. Defendía la segunda base, y dicen que la dupla que integró alrededor del cojín con Mikey Camacho en el campo corto, facturó los mejores rubros de jugadas nunca vistas en un beisbol carente de elegancia y distinción. Eran los años 50´s y el Torrellas, equipo al que siempre perteneció, apenas tenía un lustro de existencia.
Hugo Sierralta cuenta que la personalidad exhibida por Cesarito –tímido, prudencia al hablar–, nada tuvo que ver con su explosivo accionar en el campo, afirmando que era alegre y no restringía esfuerzos para brindar colorido y entrega al juego. Deducimos que fue de esos peloteros que no conocieron la fatiga que hoy llaman extrema, por lo que su principal eje, el Torrellas, supo y vivió sus hazañas.
Don Gerardo Meléndez dice que el éxtasis que Castillo había hecho explotar en el campo local tuvo escenarios importantes. Recuerda que en 1951 tanto a Buenos Aires como a Torrellas le fue extendida invitación para irse a jugar pelota a Valera con el equipo más significativo de esas tierras, Tintorería Colsen BBC, a la que los torrelleros (dirigidos por Midonye), asistieron con Orlando Mogollón, Otto Mosquera Suárez, Jesús Montes, Antonio Álvarez (Cabo Lipe), Guillermo Penzo, Cesareo Castillo entre otros. El primer juego lo ganaba Torrellas 3-1 desde el tercer inning, y así llegaron al noveno. Abren los gochos con petardo de Juancito Valecillo y más atrás doble de Pedro Gamboa. El pitcher por los caroreños era Chus Montes. Con corredores en la intermedia y la antesala batea el fornido Rogelio Rosales, “de cuyo bate salió un misil que si agarra a Chus Monte lo mata”, dice Don Gera, pero Cesarito se lanzó para engarzarla en el aire, con la buena suerte que cayó encima de la base para poner out a Gamboa y luego tirar a tercera para sacar a Valecillo que nunca creyó lo que pasó, relata emocionado el testigo. Y de cuentos similares podemos hacer un tratado. Cesarito podía agarrar pelotas de cualquier manera y desde cualquier confín del terreno. Su antología podría muy bien regir buena parte del beisbol caroreño y sin límites. Y en medio de ese gran frenesí por el beisbol se desenvolvió nuestro personaje, que con el guante brindó su espectáculo aparte. Es lamentable que no exista su ficha defensiva, lo cual sería digna de mirarla con esmero.
Su nombre seguramente no le dirá nada a los contemporáneos, pero como ven, sus proezas aún revolotean en la memoria de quienes apreciaron su aptitud beisbolística, por lo que hoy apenas es un esbozo de una historia contada casi que entre cuatro paredes.
Cesareo Castillo. Ese es el nombre que debe llevar el premio al mejor defensa del cuadro en cada edición del Beisbol Tradicional Caroreño, así como el de Salvador Chávez para el mejor pitcher, Águedo Silva para el campeón jonronero y así sucesivamente ir poniendo en el podio que se merecen, nombres que han escrito con letras doradas la historia de nuestra pelota, rica y ancestral. Hoy es un buen día para poner a prueba nuestro espíritu de sensibilidad. NOS VEMOS POR AHÍ.
Franklin Piña.-
@sobre.300
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