Un «gran constructor del país» que no es tal. La figura de Marcos Pérez Jiménez (1914-2001), uno de los integrantes de la junta militar devenido en dictador luego del trienio adeco, ha sido ensalzada por algunos sectores y nuevas generaciones de jóvenes a través de las décadas como una representación del «hombre fuerte» que necesita Venezuela para revivir cierta prosperidad del pasado.
Formado dentro de la Academia Militar, Pérez Jiménez ascendió al poder en 1948 con la junta militar que derrocó a Rómulo Gallegos. La presidencia de dicha junta estaba en manos de Carlos Delgado Chalbaud y la completaba Luis Llovera Páez.
Tras el asesinato de Delgado Chalbaud, la presidencia fue transferida a Germán Suárez Flamerich. Solo dos años después, Pérez Jiménez accede formalmente al poder hasta el momento de la insurrección que llevó a su derrocamiento el 23 de enero de 1958.
Guillermo Tell Aveledo, decano de la Facultad de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana (Unimet), asegura que el 23 de enero de 1958, significa «el fin del último régimen militar, formalmente hablando, después del larguísimo dominio de militares en los primeros 150 años de la república».
Esta fecha también significó, en palabras de Aveledo, «el retornar a la experiencia democrática de partidos y ese comienzo de lo que se llamó el espíritu del 23 de enero, la unión de toda la sociedad repudiando un sistema autoritario».
El historiador Pedro Benítez, profesor de Historia Económica en la Universidad Central de Venezuela (UCV), señala que la exaltación a Pérez Jiménez ha sido fundamentalmente civil y puede sostenerse bajo tres premisas: un país con una larga tradición de autoritarismo militar y de culto a lo militar, el rechazo al régimen democrático y las obras que dejó un régimen que contó con importantes recursos provenientes de la renta petrolera.
En ello contribuyó el mismo militar. Benítez recuerda que la principal propaganda que hizo Pérez Jiménez durante la etapa en que ocupó la presidencia de Venezuela «era la obra física que estaba dejando».
Ese culto empieza a darse a partir del 1968 con la postulación de Pérez Jiménez bajo el partido Cruzada Cívica Nacionalista, en un contexto donde había sido extraditado y condenado, destaca el historiador.
Tras ello, prosigue Bénitez, el expresidente se va a Madrid, pero quedan grupos que resaltan su figura y tuvieron cierto éxito electoral, principalmente en Caracas. «Eso se fue desvaneciendo. Ya en 1973 la Cruzada Cívica Nacionalista se desvaneció y en términos electorales se convirtió en algo marginal (…) Más allá de las redes sociales, dudo mucho que este culto tenga realmente profundidad en términos políticos electorales. Nunca lo ha tenido hasta ahora».
Afirma además que «a las personas que defienden el legado de Pérez Jiménez les tienen sin cuidado las violaciones a derechos humanos, consideran que es el precio a pagar por gozar del bienestar social».
El dictador constructor
El historiador Pedro Benítez señala que, en términos materiales, los distintos gobiernos democráticos superaron de largo la obra física de Pérez Jiménez. «Sin embargo, la democracia fue muy mala vendiendo su legado, por lo que todos los que estaban en contra del sistema reivindicaban la obra de Pérez Jiménez».
Muchas obras civiles como la Ciudad Universitaria, el Centro Simón Bolívar o la autopista Caracas-La Guaira fueron iniciadas y culminadas en periodos que no corresponden exclusivamente a Pérez Jiménez.
«Recordemos que en los 10 años de gobierno militar, él fue presidente durante cinco años, entonces los otros cinco años también se le atribuyen a él. Se ha creado este mito, esa leyenda urbana atribuyéndole incluso obras que él no realizó”, dice Benítez.
El profesor de la UCV sí le concede al dictador la continuidad administrativa de la dinámica de modernización de la infraestructura en la que había entrado Venezuela a partir del año 36. «Eso derriba uno de los grandes mitos de la historia venezolana en el siglo XX sobre la falta de continuidad administrativa. Eso no es verdad. Las grandes obras públicas las continuaron todos los gobiernos, hayan empezado militares o civiles».
El profesor Guillermo Tell Aveledo no duda que, si el país se hubiese detenido en 1958, seguramente Marcos Pérez Jiménez estaría entre los primeros lugares de construcción. Destaca que la cantidad de gasto que se dedicó a obras públicas durante el decenio militar fue importante.
«Y el propio presidente Pérez Jiménez se consideraba a sí mismo una suerte de ingeniero presidente, pero la verdad es que la democracia en sus primeros 10 años, durante los gobiernos del presidente (Rómulo) Betancourt y del presidente (Raúl) Leoni, fue una democracia de gran construcción, además irradiando el país, así que el gran mito de Pérez Jiménez como constructor radica esencialmente en la espectacularidad de sus obras», asegura.
Dicha espectacularidad de algunas obras, menciona el decano de la Unimet, no correspondía a obras públicas exactamente y también eran proyectos que se quedaron cortos en el resto del país.
Otro mito que rodea la figura de Pérez Jiménez, señala Aveledo, es la identificación en cierto pensamiento de derecha o procapitalista en Pérez Jiménez, para ubicársele como una suerte de anticomunista o antiizquierdista.
«Esto hay que matizarlo, ciertamente era antiadeco y también el Partido Comunista fue perseguido parcialmente durante la década militar, pero la verdad sea dicha, es que el gobierno de Pérez Jiménez tenía una visión de centralismo y planificación económica, el primer atisbo de planificación económica en Venezuela en realidad comienza con la década militar y es una visión que era muy propia de los años 50 en el resto del mundo», afirma Aveledo.
La diferencia, explica el decano de la Unimet, es que correspondía a una visión que, desde la planificación y la logística militar, se podía irradiar al resto de la función pública. En la actualidad, comenta, sería calificada como una visión estatista.
Pérez Jiménez 2.0
Cada 23 de enero, y también fuera de esos meses, es posible conseguir en Twitter mensajes alusivos a la «grandeza» de Marcos Pérez Jiménez y la necesidad de un régimen parecido al suyo, si bien no igual, para exorcizar la crisis política, económica y social de los últimos años. Incluso hay dos cuentas bajo su nombre, una de ellas identificada como un «alter ego de un ciudadano común y nacionalista».
También existen blogs dedicados a dar loas al dictador, desde un punto de vista parcializado e insistente en las obras públicas hechas durante su periodo de gobierno. Del otro lado, existe material como el documental Tiempos de dictadura, escrito y dirigido por Carlos Oteyza, que ofrece una reconstrucción de esa época en clave narrativa.
Guillermo Tell Aveledo recuerda que han pasado casi 70 años de la caída de Pérez Jiménez y muchos de los que experimentaron la dictadura ya no están vivos, por lo que es fácil mitificar.
«En las redes se manifiesta un elemento folclórico y muy vocal de esto, pero no estoy seguro que eso sea solo en las redes. Esa nostalgia está en la nostalgia de la Venezuela que se nos fue, cuando éramos felices y no lo sabíamos, la Venezuela del ayer que tiene ciclos autoritarios», advierte el politólogo.
Esa nostalgia, coinciden ambos estudiosos, se evidenció hace décadas con la magnificación de la figura de Juan Vicente Gómez, bajo la premisa de ser el pacificador de las revueltas civiles en Venezuela.
«Hoy tenemos unas generaciones más tarde este mismo impulso, también porque si se juzga a la socialdemocracia venezolana como causante del socialismo venezolano y está la amargura que razonablemente existe con él; bueno, ¿cuál es su adversario? El que queda es Pérez Jiménez. Ahí se mezclan unas cosas, se mezcla a Carlos Rangel con un Renny Ottolina y con Pérez Jiménez es una especie de cóctel de derecha de cosas que no realmente pensaban lo mismo ni se defendían así», dice Aveledo.
Mientras que Benítez recuerda que durante la crisis democrática en los años 90 se reavivó ese sentimiento a favor de una figura como Marcos Pérez Jiménez en la población. «Incluso en el 98, el perezjimenismo tomó cierto vuelo, tanto que el expresidente Hugo Chávez se tomó la molestia de tomarse una foto con él en Madrid. Tenía cierta lógica que en momentos de crisis se reivindicara el pasado anterior. Todo eso lo absorbió el chavismo hasta hace unos años que vemos a estos nostálgicos en redes que no son de una época que vivieron».
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