“¡Pobre de mí!
¿Acaso he nacido para ver la ruina de mi pueblo y la destrucción de la ciudad
santa? ¿Voy a quedarme sentado cuando está en manos de enemigos, y su santuario
en poder de extraños?
Su templo ha
quedado como hombre desprestigiado, los objetos preciosos que hacían su fama
fueron llevados como botín, sus niños fueron asesinados en las plazas, y sus
jóvenes pasados por la espada de los enemigos.
¿Qué pueblo no ha recibido algo de sus tesoros y no se ha adueñado de sus despojos?
Todos sus adornos han sido arrancados y, de libre que era, pasó a ser esclava.
Nuestro bello santuario, que era nuestro orgullo, ha sido saqueado y profanado por los paganos.
¿Para qué vivir más?
Matatías y sus hijos rasgaron sus vestiduras y se vistieron de saco, y celebraron un gran duelo”.
Este pasaje lo encontramos en el Libro Primero de Macabeos, capítulo 2, versículos 7 al 14.
Más adelante, en el Segundo Libro de Macabeos, capítulo 7 narra el martirio de los 7 hermanos Macabeos y de la admirable progenitora de éstos, quienes prefirieron morir antes de quebrantar las leyes patrias que Dios les había dado.
Cito estas historias bíblicas porque nuestro héroe epónimo, Pedro León Torres y sus hermanos, han sido llamados “Los 7 macabeos” en analogía a aquellos 7 hermanos que murieron junto a su madre por defender sus ideales religiosos en un clima de horror, saqueos, persecuciones y de mucho dolor.
En esa última historia, la progenitora de los 7 Macabeos luego de presenciar cómo asesinaban a cada uno de sus hijos, recibe una muerte similar, con el agregado del sufrimiento que llevaba dentro por la muerte de su prole.
Francisco José de la Torre y Juana Francisca Arrieche, padres de los hermanos Torres, mueren antes de las crueles batallas pro independencia; el primero en 1807 y la segunda en 1812, de manera que al iniciarse la lucha armada por la instauración de un gobierno republicano no serán sus padres quienes sufrirían las caídas, derrotas y muerte de 6 de los hijos que se desploman mortalmente en distintas batallas, en manos del enemigo; serían este caso Manuela, María de la Concepción y María de los Reyes, hermanas de los 7 Torres o Macabeos de la Independencia, quienes sufrieron la angustia de ver partir a sus hermanos rumbo a la lucha armada por la causa republicana, ellas fueron quienes derramaron lágrimas y sintieron la ausencia de éstos, ellas quienes vivieron la angustia de no tener comunicación pronta e inmediata de sus destinos; fueron ellas quienes vivieron un constante luto desde el fallecimiento de sus progenitores hasta la muerte de Pedro León en 1822 .
¿Qué pasaba por
la mente de las hermanas Torres que quedan solas, solteras, sin sus padres, sin
sus hermanos, sin los bienes de fortuna que otrora ostentaban? En una
publicación sobre la participación política de las mujeres a finales del siglo
XVIII y finales del siglo XIX, la politóloga Magdalena Valdivieso refiere lo
siguiente: “La vida de las mujeres regida
por las costumbres y leyes coloniales de tres siglos, va a ser sacudida por los
avatares de los movimientos emancipadores, por las nuevas ideas, las
incertidumbres y las responsabilidades que asumen, iniciada la lucha por la
independencia. La cotidianidad familiar desapareció, los hombres se alistaron o
huyeron, los esclavos se hicieron soldados, escasearon los víveres y las
mujeres quedaron solas cumpliendo las antiguas y nuevas tareas que las
condiciones determinaron. En estas circunstancias de crisis social, el papel de
la mujer adquirió relevancia excepcional. La situación se agravó con la caída
de la Primera República, los años siguientes fueron más difíciles de lo que
pudieron imaginarse nunca las pobladoras de la antigua provincia”.
De manera que durante los años que duró la guerra, las hermanas Torres Arrieche ven morir de forma casi consecutiva a 6 de sus hermanos: Juan Asisclo, en 1813; Bernardino Antonio y Juan Bautista, en 1814; Miguel María, en 1815; Bruno del Rosario, en 1820 y Pedro León, en 1822.
El dolor por la pérdida de los padres y los hermanos, de manera casi que consecutiva, aunado a la nueva situación económica que debieron enfrentar estas tres mujeres en una pequeña localidad de la Provincia de Venezuela nos lleva a realizar algunos paralelismos con la actual situación que viven madres, abuelas, esposas, hermanas, tías, al ver partir a los hombres de la familia a otros países: unos perseguidos por sus ideas políticas, otros decepcionados y sin esperanzas de cambios políticos sociales y económicos que prefirieron emigrar, y la gran mayoría, salió buscando mejor calidad de vida para los suyos.
Al igual que las hermanas Torres, hoy día hemos visto madres, esposas y hermanas llorar por no saber dónde están sus hijos, desaparecidos durante la travesía bien en altamar, bien en la selva del Darién, bien en cualquier carretera o montaña; también hay otras que lloran por no poder hacer los funerales de acuerdo a sus costumbres religiosas debido a que no poseen recursos para repatriar los restos de sus seres queridos.
¿Se imaginan el
sufrimiento de Manuela, María de la Concepción y María de los Reyes, cuando
recibían noticias sobre el estado de sus hermanos, la angustia de abrir una
carta para leer la peor de las noticias? Luis Oropeza Vásquez en “Vida y Sacrificio del General Pedro León
Torres” cita un extracto de una de las últimas cartas enviadas a su familia
en Carora lo siguiente: “Esta situación
es terrible, la fiebre y la deserción merman nuestros ejércitos, y sobre todo
la rebeldía de los pastusos tan contrarios a nuestra causa, como Coro entre
nosotros”.
El 7 de abril de
1822 cae mortalmente herido en Bomboná nuestro Héroe Pedro León. Son cuatro meses que
permanecerá batallando contra la muerte en un escenario de escasos recursos
médicos, situación que preocupaba de gran manera al Libertador, por lo que
exigió los mejores cuidados para él a los oficiales realistas; sin embargo, no
logró cristalizar su sueño de recuperación para retomar la batalla y muere en
el 22 de agosto de ese año.
Este hecho no es conocido de manera inmediata por su hermano sobreviviente Francisco José del Rosario y menos por sus hermanas. ¡Cuánto dolor por no saber sobre los restos mortales del León de nuestras selvas, aún después de 200 años de su fallecimiento! Citando nuevamente al autor de “Vida y Sacrificio del General Pedro León Torres”, nos encontramos que el 26 de octubre de 1822 Francisco José del Rosario escribe al general José Antonio Páez, una carta con cierto tono de reclamo extrañando que no le hubiera dado noticias de Pedro León cuando se corrían fuertes rumores sobre su fallecimiento.
Volviendo un año hacia atrás, cuando el Libertador luego de la victoria en Carabobo pasa por Carora en agosto de 1821 y pernocta por varios días en esta ciudad, se dice que una de las visitas que hace es a las hermanas Torres, que para entonces habían perdido a cinco de sus hermanos. Las razones de la visita son más que claras. Eran las hermanas de uno de sus edecanes, unas mujeres que habían perdido prácticamente a la mayoría de los integrantes de su familia por causa de la independencia. ¿Cuáles temas se abordaron en la conversación con motivo de esa visita? Probablemente el Libertador en primer término dio noticias sobre Francisco José del Rosario y Pedro León.
Otros temas que
tocarían seguramente fueron de orden político, sobre los avances de la guerra y
el apoyo que se venía recibiendo del extranjero. No olvidemos que estas
señoritas eran parte de la élite criolla aun cuando para entonces no contaran
con bienes de fortuna, se formaron junto con sus hermanos en una familia
distinguida, culta, de intelectuales que influyeron decididamente en la
formación de los hermanos Torres.
Narciso Coll y Prat en Memoriales
sobre la independencia de Venezuela, describe de manera alarmante cómo las
mujeres criollas se involucraban en estos asuntos. “Para entender que las cosas andan mal, baste verlas metidas en
retórica con libros en la mano, dando opiniones y hablando en las tertulias.
Eso no se ha visto en las civilizaciones, sino en los pueblos que caerán en el
desgalgadero con ellas en tono de capitanes. Mujeres opinando lo que no pueden
saber, pueblo sufriendo. ¡Y las consecuencias sólo Dios las sabe!”.
Y es que a decir de varios estudios historiográficos basados en fuentes primarias las mujeres criollas formaban parte activa de las tenidas que se organizaban en sus residencias, debido a que en las mismas circulaba información proveniente de España, se leían y discutían las nuevas doctrinas políticas; por lo que es muy probable que las hermanas Torres abordaran esos temas con el Libertador. Esa conversación es una recreación nuestra basada en una realidad histórica, como pudo haber sido la invitación a tomar la famosa resbaladera que le causó indigestión al Libertador.
Para finalizar y a manera de reflexión, me imagino si las hermanas Torres pensarían hoy lo que yo pienso: Y es que me pregunto, ¿si valió la pena tantas lágrimas de ellas y tanto martirio y sangre derramada de Juan Asisclo, Bernardino Antonio, Juan Bautista, Miguel María, Bruno del Rosario y Pedro León? así como de muchos miles de hombres que dieron la vida por conseguir los sueños de nuestros libertadores.
Necesario es honrar a Pedro León y a sus hermanos y a sus hermanas –no con actos, eventos, intenciones, eso es muy poquito–, la sangre derramada y los sufrimientos de todas esas mujeres merecen más. La deuda que tenemos con Pedro León y sus hermanos, incluidas sus tres hermanas y Juana Francisca, es hacer de Venezuela la tierra que soñaron: libre, próspera, donde se pueda ejercer el comercio, criar ganado, sembrar y vender los productos, donde se pueda estudiar, trabajar, reír, amar y disfrutar de la familia. Donde el norte de los políticos sea construir una patria grande y no destruirla. Muchas gracias.
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